Cada persona llega con su propia historia: dolor, cansancio, sensación de rigidez o la búsqueda de un cuerpo más ligero.
A menudo, la zona donde se percibe el dolor no coincide con la causa real del problema: la molestia se manifiesta en un lugar, mientras que el origen de la tensión se encuentra en otra zona del cuerpo. Por ejemplo, la tensión en los pies puede influir en el estado de la espalda, el cuello e incluso en el óvalo del rostro.
Por eso mi trabajo siempre comienza con una evaluación atenta y cuidadosa.
Valoro el estado del cuerpo en su conjunto: la movilidad, el nivel de tensión, la respuesta de los tejidos y el tipo de restricciones presentes, para comprender con qué está relacionada la situación actual.
Esto permite elegir un enfoque verdaderamente individual y seguro.